jueves, 22 de diciembre de 2011

Bajamos la mirada al suelo. Nos entendimos. Hasta pronto.
Que sí, que es cierto, que he vuelto a sonreír. Cuéntale que estoy bien, que no pasa nada… pero que hay cosas que sigo sin entender.
¿Por qué ahora? Lo he intentado varias veces y nada. Lo tenía asumido. Ya se había convertido en rutina, y ahora ha dejado de serlo.  Ya no sé pasar, ya no puedo… y tampoco sé si quiero. He vuelto al punto de partida.
Apuntaré cada palabra cual periodista en mi mente para luego repasarlas una y otra vez, intentando sacar alguna conclusión en claro. Resulta curioso y paradójico, pero a veces en estado sobrio las cosas se ven con menor claridad que estando ebrios (no quiero decir con esto, ¡bebamos sin control!), pero a veces es “necesario”, necesitamos sentirnos así, en un estado en el que solo vives el -ahora-, sin preocupaciones por el –luego-, dándote cuenta realmente de la verdad; aunque a las horas ya no recuerdas nada de aquella sensación tan liberadora, ¡malditas lagunas!.

Vuelvo a darle vueltas a todo. Entro un bucle. Una vez más, no encuentro la salida…
Tiempo al tiempo me digo.

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